Escuela Kaivalya

Vivir por inspiración

«Crear desde el pensamiento no es posible, ya que el acto creativo tiene su origen en la plenitud del silencio, desde donde se concreta en un punto espacio-temporal. Y el pensamiento sólo puede manipular datos conocidos, situaciones pasadas, lo que resulta un simple mover lo viejo del lugar.
Por eso el silencio es creador, por su capacidad de enraizarnos con lo real originario. Nos alinea con esa corriente creadora que va desde lo que es en sí a las apariencias de ser, las cosas dependientes unas de otras, hasta su disolución en la realidad una.
La creación que lleva a cabo el silencio es revolucionaria, porque arrasa los surcos que la repetición de la memoria marcó en la historia de lo convencional.
El silencio de lo psicológico permite la contemplación que despierta la creatividad dormida en los hábitos existenciales. Y la sabiduría acompaña siempre a la mirada contemplativa».

«El hipnotismo que producen las realidades construidas por la mente, el anhelo de la unidad del Ser se ha ido dispersando en deseos. Al encontrarme perdido entre ellos, miraré lo que ha sucedido. Observaré con un interés afectuoso esos deseos, sin tratar de eliminarlos; porque quiero descubrir su mensaje, rastrear sus pasos hasta encontrar el impulso de donde surgieron. Es importante ver lo que deseo y desde ahí seguir las huellas de mis pasos hasta llegar a mí mismo.
Veamos simplemente qué es lo que deseo y sabré cuánto me he separado de la conciencia una. Si deseo algo concreto, cuando todo yo estoy concentrado en esa dirección, sé que he descendido por la escala de valores que tienen su origen en el Ser. Es lo que hacemos los seres humanos por inadvertencia.
Lo constato. Y, a partir de ahí, empiezo a dar el giro a mi mente hacia el origen del Ser. La causa del juego de sombras que se proyecta en la superficie de mi conciencia es siempre la luz».

«Beneficia a los instrumentos que haya lucidez, pero cuando el anhelo de lucidez es verdadero tiene su origen en la luz.
Igual sucede con el anhelo de amor. Ya no se sabe ni lo que el amor es, condicionado como está a lo falso; pero, cuando el amor es verdadero tiene su origen en la presencia de Dios y cuando la armonía es verdadera, cuando la belleza es verdadera, igual.
A los valores se les viste para que el pensamiento pueda trabajar con ellos, y las personas se quedan con el vestido, con la palabra, con el concepto y no con aquello que tiene su origen en otro lugar. Contemplar es ir allí, de donde vienen esas palabras de donde viene el anhelo de lucidez, de belleza, de verdad, ir allí directamente, prescindiendo de la palabra, del uso que se hace de ella en la época»

«Cuando no tengo ya ninguna imagen, ni positiva ni negativa, vivo lo nuevo, lo que es, lo que soy y eso en nuestra tradición se ha llamado vivir en la Presencia de Dios. Que es mi presencia, mi verdadera presencia y por eso he recobrado mi dignidad, la dignidad que he perdido creyéndome que alejándome de Dios iba a ser independiente y libre  como aquel hijo pródigo del Evangelio. Volver a recobrar mi dignidad de verdad. No soñar que soy libre, sino serlo; no imaginarme que ya soy feliz porque tengo esto lo otro, porque el trasfondo de insatisfacción lo viviré en cualquier instante en que me quede quieto.

Por muchas evasiones que añada, el ser humano estará descontento y, por mucho que se engañe, no se sentirá feliz con lo que le viene de fuera»

«Cuando me he dado cuenta de que todo lo conocido es fabricación del pensamiento y lo he dejado por irreal, por falso, la visión de la verdad me empuja a recoger todo aquello. Lo verdadero recoge todos sus dibujos, los movimientos que ha expresado, los sonidos de la bella melodía de la vida. Entonces cada nivel físico, afectivo, mental, podrá tener una percepción adecuada y armónica de lo real, vivido en esa dimensión.

Nada tendrá que ser sacrificado. Nada tendré que abandonar; y en nada me tendré que violentar para vivir la vida real. Es posible que se cumpla entonces el deseo de hacer lo que quiero hacer, lo que me gusta hacer. 

Puede coincidir mi ideal con lo que me agrada. Al aceptar lo que aparece en mi vida, el discernimiento de lo que es verdadero y real será espontáneo y acompañará la realización del vivir».

«Si me parece que la vida es mi maestra porque con la experiencia aprendo como actuar la próxima vez, no saldré del sueño. La vida es mi maestra cuando ya he aprendido a descubrir en su reflejo la luz del interior de la conciencia. Es mi maestra porque sus retos marcan los límites que la falta de luz en mi visión ha creado. De ahí deducimos que cada persona posee la vida que necesita y quiere tener. La que quiere de verdad, no la que piensa en su sueño, sino la que necesita para aprender lo que en ese momento ampliará su visión. 

De alguna manera la vida nos va presentando todo lo que demandamos para acercarnos más a la realidad que somos.

El aprendizaje es vivo y único en cada instante, es un despertar a una mayor lucidez que no tiene límites.

Al pensamiento se le escapa, no lo puede codificar, pero la inteligencia intuye si lo que se presenta es verdadero

«Liberarte de ti mismo, de lo que creías ser tú, ahí empieza la verdadera libertad.

Todos quieren ser libres de alguien o de algo, y pocos comprenden que la libertad es estar libre de uno mismo.

Las necesidades psicológicas nos oprimen, el querer conseguir, el triunfar, el compararnos con otro… Estos desasimientos van fraguando la liberación de la que hablan los textos orientales que entendemos como algo fantástico.

Liberarme de lo que creía que importaba, de lo que creía que tenía que hacer, de lo que creía ser, liberarme de mí, eso es ser libre. Y cuando me libero de mí, me encuentro con lo que soy en verdad».

«Mi pequeña voluntad es la voluntad de un «yo» que se ha formado del exterior, con moldes externos e ideas limitadas, mientras la voluntad que está moviendo eso es una Voluntad infinita. Aquello que empuja desde el fondo es una Inteligencia profunda, totalizadora, que armoniza y adecua todo.

Cuando trato de ver lo que soy, si lo quiero ser de verdad, me separo de ese yo limitado, esa pequeña voluntad provisional y me voy abriendo a la Voluntad infinita, que está impulsando desde el fondo mi limitada acción.

Y esa apertura al infinito, esa apertura desde dentro hacia la consciencia total, ese aceptar la Voluntad de Dios, es la actitud que me libera. Porque cuando me abro a Aquello no me estoy abriendo a algo extraño a mí, estoy redescubriendo mi propio ser».

«Sin darte cuenta, los pensamientos de los demás, las emociones…, todo eso te va llevando, y quieres mejorarlo todo. Te esfuerzas y acabas con estrés incluso y, sin embargo, las cosas son lo que son, y no las cambias.  No se pueden cambiar. Puedes cambiar la colocación en la conciencia, porque todo es conciencia.

Las cosas no las puedes cambiar,  porque no existen. Las experiencias no existen. Las situaciones, el mundo, no existe de verdad; no es real, es conciencia, está hecho de conciencia.

Cuando cambias la conciencia, todo cambia, porque es lo único que es verdad, que es real. 

El miedo a lo abstracto, a lo metafísico, hace difícil que esto se pueda ver, porque tiene uno que haber descubierto que la verdad está ahí, y que luego se expresa en todo. 

Nos da miedo salir de lo físico, porque nos han dicho que era lo real, lo que se toca y palpa. Pero en un momento dado desaparece, y está cambiando sin parar. Todo,  todo está en movimiento.»

«La conciencia no nace ni muere. El cuerpo sí y también la persona. La conciencia en su movimiento de aprender no está limitada por el nacimiento o la muerte del cuerpo.

La Inteligencia siempre encuentra la manera más adecuada de expresarse.

Como apareció esta situación que vivimos ahora en el espacio-tiempo, aparecerán otras. Vivamos la vida que la luz proyecta ahora. Lo que vivimos ahora es lo real.

La luz que descubra ahora me iluminará siempre».

«Nuestra mente está dispersa. No sabemos lo que queremos. Hay una serie de deseos contradictorios. 

La división crea los objetos delante de nosotros, que son percibidos a través de los sentidos y de las categorías mentales. Doy realidad a esos objetos de conciencia: todo lo que puedo percibir. Y clasifico, divido, creo realidades con la mente al objetivar la conciencia.

Pero la mente no sólo puede hacer eso. Cuando sólo se limita a salir fuera, proyectando en la conciencia todo el mundo clasificado en realidades separadas, el ser humano se siente muy insatisfecho. La mente podría reintegrar esta dispersión volviendo a su origen y ver de qué están hechas todas mis percepciones, sentimientos, lo que estoy proyectando como realidades con distintos matices. Esta vuelta al origen es el camino que han recorrido los sabios de todas las tradiciones religiosas.»

«El ansia de perfección es auténtica. Viene de la perfección misma, no puede venir de otro lugar. Si anhelo la perfección es porque está en mí y me llama desde lo profundo. La dificultad está en que interpreto personalmente que yo tengo que perfeccionarme. Y en ese punto, en el momento en que creo que hay alguien que tiene que perfeccionarse, estoy poniendo el obstáculo de separación y con ello me alejo de aquello que anhelo.

La persona cree que tiene que llegar a la perfección. Y en esa ambición se aferra a lo limitado y lo limitado no es perfecto nunca.

Ya que el anhelo de perfección es verdadero, contempla esa perfección que anhelas. Contempla esa armonía, esa serenidad, esa belleza, esa inteligencia total».

Cuando hablamos de silencio nos referimos al silencio de lo sensorial, de las emociones y del pensamiento. ¿Sólo en ese silencio es posible despertar a lo Real? Sí, solamente. Después de que hayamos despertado y hayamos aprendido a vivir en silencio, podremos vivir lo Real despiertos, lúcidos, incluso con pensamientos y emociones. Esas modificaciones mentales no interrumpen ya lo Real que somos, una vez lo hemos descubierto y nos hemos afianzado en ello. Pero cuando todavía proyectamos como real lo externo, lo sensorial, lo pensado, es preciso que hagamos silencio y que nos adentremos voluntariamente a investigar en nuestra conciencia para tomar contacto con lo que es nuestra verdadera naturaleza, con aquello que está ahí esperándonos: Lo-que-Es, lo verdadero.
Es necesario el silencio porque, aunque intuyamos la verdad, luego en la vida no vivimos con ella. El alcance que tiene adentrarse en la conciencia es enorme.

Cuando hablamos de silencio nos referimos al silencio de lo sensorial, de las emociones y del pensamiento. ¿Sólo en ese silencio es posible despertar a lo Real? Sí, solamente. Después de que hayamos despertado y hayamos aprendido a vivir en silencio, podremos vivir lo Real despiertos, lúcidos, incluso con pensamientos y emociones. Esas modificaciones mentales no interrumpen ya lo Real que somos, una vez lo hemos descubierto y nos hemos afianzado en ello. Pero cuando todavía proyectamos como real lo externo, lo sensorial, lo pensado, es preciso que hagamos silencio y que nos adentremos voluntariamente a investigar en nuestra conciencia para tomar contacto con lo que es nuestra verdadera naturaleza, con aquello que está ahí esperándonos: Lo-que-Es, lo verdadero.
Es necesario el silencio porque, aunque intuyamos la verdad, luego en la vida no vivimos con ella. El alcance que tiene adentrarse en la conciencia es enorme.

«Crear desde el pensamiento no es posible, ya que el acto creativo tiene su origen en la plenitud del silencio, desde donde se concreta en un punto espacio-temporal. Y el pensamiento sólo puede manipular datos conocidos, situaciones pasadas, lo que resulta un simple mover lo viejo del lugar.
Por eso el silencio es creador, por su capacidad de enraizarnos con lo real originario. Nos alinea con esa corriente creadora que va desde lo que es en sí a las apariencias de ser, las cosas dependientes unas de otras, hasta su disolución en la realidad una.
La creación que lleva a cabo el silencio es revolucionaria, porque arrasa los surcos que la repetición de la memoria marcó en la historia de lo convencional.
El silencio de lo psicológico permite la contemplación que despierta la creatividad dormida en los hábitos existenciales. Y la sabiduría acompaña siempre a la mirada contemplativa».

«El hipnotismo que producen las realidades construidas por la mente, el anhelo de la unidad del Ser se ha ido dispersando en deseos. Al encontrarme perdido entre ellos, miraré lo que ha sucedido. Observaré con un interés afectuoso esos deseos, sin tratar de eliminarlos; porque quiero descubrir su mensaje, rastrear sus pasos hasta encontrar el impulso de donde surgieron. Es importante ver lo que deseo y desde ahí seguir las huellas de mis pasos hasta llegar a mí mismo.
Veamos simplemente qué es lo que deseo y sabré cuánto me he separado de la conciencia una. Si deseo algo concreto, cuando todo yo estoy concentrado en esa dirección, sé que he descendido por la escala de valores que tienen su origen en el Ser. Es lo que hacemos los seres humanos por inadvertencia.
Lo constato. Y, a partir de ahí, empiezo a dar el giro a mi mente hacia el origen del Ser. La causa del juego de sombras que se proyecta en la superficie de mi conciencia es siempre la luz».

«Beneficia a los instrumentos que haya lucidez, pero cuando el anhelo de lucidez es verdadero tiene su origen en la luz.
Igual sucede con el anhelo de amor. Ya no se sabe ni lo que el amor es, condicionado como está a lo falso; pero, cuando el amor es verdadero tiene su origen en la presencia de Dios y cuando la armonía es verdadera, cuando la belleza es verdadera, igual.
A los valores se les viste para que el pensamiento pueda trabajar con ellos, y las personas se quedan con el vestido, con la palabra, con el concepto y no con aquello que tiene su origen en otro lugar. Contemplar es ir allí, de donde vienen esas palabras de donde viene el anhelo de lucidez, de belleza, de verdad, ir allí directamente, prescindiendo de la palabra, del uso que se hace de ella en la época»

«Cuando no tengo ya ninguna imagen, ni positiva ni negativa, vivo lo nuevo, lo que es, lo que soy y eso en nuestra tradición se ha llamado vivir en la Presencia de Dios. Que es mi presencia, mi verdadera presencia y por eso he recobrado mi dignidad, la dignidad que he perdido creyéndome que alejándome de Dios iba a ser independiente y libre  como aquel hijo pródigo del Evangelio. Volver a recobrar mi dignidad de verdad. No soñar que soy libre, sino serlo; no imaginarme que ya soy feliz porque tengo esto lo otro, porque el trasfondo de insatisfacción lo viviré en cualquier instante en que me quede quieto.

Por muchas evasiones que añada, el ser humano estará descontento y, por mucho que se engañe, no se sentirá feliz con lo que le viene de fuera»

«Cuando me he dado cuenta de que todo lo conocido es fabricación del pensamiento y lo he dejado por irreal, por falso, la visión de la verdad me empuja a recoger todo aquello. Lo verdadero recoge todos sus dibujos, los movimientos que ha expresado, los sonidos de la bella melodía de la vida. Entonces cada nivel físico, afectivo, mental, podrá tener una percepción adecuada y armónica de lo real, vivido en esa dimensión.

Nada tendrá que ser sacrificado. Nada tendré que abandonar; y en nada me tendré que violentar para vivir la vida real. Es posible que se cumpla entonces el deseo de hacer lo que quiero hacer, lo que me gusta hacer. 

Puede coincidir mi ideal con lo que me agrada. Al aceptar lo que aparece en mi vida, el discernimiento de lo que es verdadero y real será espontáneo y acompañará la realización del vivir».

«Si me parece que la vida es mi maestra porque con la experiencia aprendo como actuar la próxima vez, no saldré del sueño. La vida es mi maestra cuando ya he aprendido a descubrir en su reflejo la luz del interior de la conciencia. Es mi maestra porque sus retos marcan los límites que la falta de luz en mi visión ha creado. De ahí deducimos que cada persona posee la vida que necesita y quiere tener. La que quiere de verdad, no la que piensa en su sueño, sino la que necesita para aprender lo que en ese momento ampliará su visión. 

De alguna manera la vida nos va presentando todo lo que demandamos para acercarnos más a la realidad que somos.

El aprendizaje es vivo y único en cada instante, es un despertar a una mayor lucidez que no tiene límites.

Al pensamiento se le escapa, no lo puede codificar, pero la inteligencia intuye si lo que se presenta es verdadero

«Sin darte cuenta, los pensamientos de los demás, las emociones…, todo eso te va llevando, y quieres mejorarlo todo. Te esfuerzas y acabas con estrés incluso y, sin embargo, las cosas son lo que son, y no las cambias.  No se pueden cambiar. Puedes cambiar la colocación en la conciencia, porque todo es conciencia.

Las cosas no las puedes cambiar,  porque no existen. Las experiencias no existen. Las situaciones, el mundo, no existe de verdad; no es real, es conciencia, está hecho de conciencia.

Cuando cambias la conciencia, todo cambia, porque es lo único que es verdad, que es real. 

El miedo a lo abstracto, a lo metafísico, hace difícil que esto se pueda ver, porque tiene uno que haber descubierto que la verdad está ahí, y que luego se expresa en todo. 

Nos da miedo salir de lo físico, porque nos han dicho que era lo real, lo que se toca y palpa. Pero en un momento dado desaparece, y está cambiando sin parar. Todo,  todo está en movimiento.»

«La conciencia no nace ni muere. El cuerpo sí y también la persona. La conciencia en su movimiento de aprender no está limitada por el nacimiento o la muerte del cuerpo.

La Inteligencia siempre encuentra la manera más adecuada de expresarse.

Como apareció esta situación que vivimos ahora en el espacio-tiempo, aparecerán otras. Vivamos la vida que la luz proyecta ahora. Lo que vivimos ahora es lo real.

La luz que descubra ahora me iluminará siempre».

«Nuestra mente está dispersa. No sabemos lo que queremos. Hay una serie de deseos contradictorios. 

La división crea los objetos delante de nosotros, que son percibidos a través de los sentidos y de las categorías mentales. Doy realidad a esos objetos de conciencia: todo lo que puedo percibir. Y clasifico, divido, creo realidades con la mente al objetivar la conciencia.

Pero la mente no sólo puede hacer eso. Cuando sólo se limita a salir fuera, proyectando en la conciencia todo el mundo clasificado en realidades separadas, el ser humano se siente muy insatisfecho. La mente podría reintegrar esta dispersión volviendo a su origen y ver de qué están hechas todas mis percepciones, sentimientos, lo que estoy proyectando como realidades con distintos matices. Esta vuelta al origen es el camino que han recorrido los sabios de todas las tradiciones religiosas.»

«El ansia de perfección es auténtica. Viene de la perfección misma, no puede venir de otro lugar. Si anhelo la perfección es porque está en mí y me llama desde lo profundo. La dificultad está en que interpreto personalmente que yo tengo que perfeccionarme. Y en ese punto, en el momento en que creo que hay alguien que tiene que perfeccionarse, estoy poniendo el obstáculo de separación y con ello me alejo de aquello que anhelo.

La persona cree que tiene que llegar a la perfección. Y en esa ambición se aferra a lo limitado y lo limitado no es perfecto nunca.

Ya que el anhelo de perfección es verdadero, contempla esa perfección que anhelas. Contempla esa armonía, esa serenidad, esa belleza, esa inteligencia total».

Cuando hablamos de silencio nos referimos al silencio de lo sensorial, de las emociones y del pensamiento. ¿Sólo en ese silencio es posible despertar a lo Real? Sí, solamente. Después de que hayamos despertado y hayamos aprendido a vivir en silencio, podremos vivir lo Real despiertos, lúcidos, incluso con pensamientos y emociones. Esas modificaciones mentales no interrumpen ya lo Real que somos, una vez lo hemos descubierto y nos hemos afianzado en ello. Pero cuando todavía proyectamos como real lo externo, lo sensorial, lo pensado, es preciso que hagamos silencio y que nos adentremos voluntariamente a investigar en nuestra conciencia para tomar contacto con lo que es nuestra verdadera naturaleza, con aquello que está ahí esperándonos: Lo-que-Es, lo verdadero.
Es necesario el silencio porque, aunque intuyamos la verdad, luego en la vida no vivimos con ella. El alcance que tiene adentrarse en la conciencia es enorme.

Beneficia a los instrumentos que haya lucidez, pero cuando el anhelo de lucidez es verdadero tiene su origen en la luz. Igual sucede con el anhelo de amor. Ya no se sabe ni lo que el amor es, condicionado como está a lo falso; pero, cuando el amor es verdadero tiene su origen en la presencia de Dios y cuando la armonía es verdadera, cuando la belleza es verdadera, igual. A los valores se les viste para que el pensamiento pueda trabajar con ellos, y las personas se quedan con el vestido, con la palabra, con el concepto y no con aquello que tiene su origen en otro lugar. Contemplar es ir allí, de donde vienen esas palabras de donde viene el anhelo de lucidez, de belleza, de verdad, ir allí directamente, prescindiendo de la palabra, del uso que se hace de ella en la época.

El hipnotismo que producen las realidades construidas por la mente, el anhelo de la unidad del Ser se ha ido dispersando en deseos. Al encontrarme perdido entre ellos, miraré lo que ha sucedido. Observaré con un interés afectuoso esos deseos, sin tratar de eliminarlos; porque quiero descubrir su mensaje, rastrear sus pasos hasta encontrar el impulso de donde surgieron. Es importante ver lo que deseo y desde ahí seguir las huellas de mis pasos hasta llegar a mí mismo. Veamos simplemente qué es lo que deseo y sabré cuánto me he separado de la conciencia una. Si deseo algo concreto, cuando todo yo estoy concentrado en esa dirección, sé que he descendido por la escala de valores que tienen su origen en el Ser. Es lo que hacemos los seres humanos por inadvertencia. Lo constato. Y, a partir de ahí, empiezo a dar el giro a mi mente hacia el origen del Ser. La causa del juego de sombras que se proyecta en la superficie de mi conciencia es siempre la luz.

El ansia de perfección es auténtica. Viene de la perfección misma, no puede venir de otro lugar. Si anhelo la perfección es porque está en mí y me llama desde lo profundo. La dificultad está en que interpreto personalmente que yo tengo que perfeccionarme. Y en ese punto, en el momento en que creo que hay alguien que tiene que perfeccionarse, estoy poniendo el obstáculo de separación y con ello me alejo de aquello que anhelo. La persona cree que tiene que llegar a la perfección. Y en esa ambición se aferra a lo limitado y lo limitado no es perfecto nunca. Ya que el anhelo de perfección es verdadero, contempla esa perfección que anhelas. Contempla esa armonía, esa serenidad, esa belleza, esa inteligencia total.

En los últimos momentos, al dejar el cuerpo físico, la última oración como yo la he nombrado, lo que pasaría es que te das cuenta de que estabas ante una pantalla, que aquello era una ilusión, y que se desvanece la película. Ahora vas a vivir sin película. Pero también puede suceder mientras la persona sigue viviendo. Cuando se presenta un susto, una preocupación…Ahora ¿qué hago? ahora ya no puedo hacer lo que hacía todos los días… Así que, tanto si sigue viviendo el cuerpo como si no lo hace se presenta esa situación. Y si luego vuelve, sigue la película, pero una vez que ya has dejado todo lo que tenías que dejar, la película ya no es la misma. En algunas tradiciones espirituales se ha llamado morir a lo que en otras tradiciones se llama salvarse o liberarse o iluminarse. Es morir a lo viejo, a lo ilusorio o a lo relativo y aparece lo nuevo, lo absoluto, lo verdadero. Es morir, lo que llaman morir…

Lo que la vida nos trae es la respuesta perfecta a la demanda nuestra por lo que queremos aprender. Por eso es lo más interesante. Aquello que anhelamos en nuestro interior lo vamos descubriendo precisamente con lo que se nos presenta en cada momento. Aceptando la vida, coincide mi anhelo interior y mi realidad. Surge ahí la alegría de vivir. Si lo vemos de una manera amplia, totalizadora, ninguna cosa que le sucede a un ser humano es un mal indicio en absoluto. Todo lo que nos sucede es indicio de que vamos a aprender, se nos está abriendo una oportunidad nueva, aunque parezca que no, en lo relativo todo apunta al Bien. En nuestra tradición nos lo enseñaron Platón, Plotino y los neoplatónicos en general.

Van desapareciendo los deseos, no como se suele imaginar a leer los libros de las personas sabias, desaparecen de otra manera. Es casi como si no desaparecieran, pero poco a poco van perdiendo su «aguijón» venenoso. Se van quedando ahí, pero sin fuerza para arrastrarnos, ni para quitarnos la paz. Igual pasa con los pensamientos, podemos proponernos no tener ni un pensamiento más desde ahora, y sin pensamientos se hará un vacío y nada más. La plenitud sólo acompaña a la a la comprensión. Quedarse en un vacío mental, no es plenitud. Se ha entendido muy mal el hecho de parar el pensamiento. Lo mismo sucede con los deseos. No hay que acabar con nada. Solamente hay que comprender, porque todas las cosas están ahí por algo y todas son inteligentes. Hasta el último pensamiento tiene su porqué y hasta el último deseo tiene su razón de ser

Razonando ¿dónde llegamos? Las conclusiones ya estaban en los datos que manejábamos. No se encuentra nada nuevo. El proceso del pensar lógico es análogo al funcionamiento del ordenador; ahí aparecen las soluciones únicamente por la relación de los datos que ya se han introducido. Así funciona la lógica en todo el pensamiento racional. No va más allá. La actividad del pensamiento sólo maneja verdades relativas. Y la Verdad no es una relación, es lo que es en sí, la esencia de lo que aparece. El pensamiento lógico es la manera correcta de llegar a conclusiones a partir de unas premisas. Pero con intuición, en las mismas premisas ya se puede ver la conclusión antes de proceder a razonar. Se ve con sólo mirar. Mientras si falta la intuición iluminadora, habrá que razonar y razonar, hasta el agotamiento. El discernimiento es instantáneo. Sin embargo no sustituye a la razón, sólo la pone en su sitio, en el de instrumento útil.

Si una y otra vez nos quedamos adormilados, nos distraemos, la práctica consiste en volver y volver. Volver a la oración y a la contemplación. Si decimos: «al meditar me quedo en un estado muy bello, pero luego me sigue arrastrando la manifestación», ¿qué pasa ahí? Sigo dando realidad a lo externo. Tengo que mantener esa oración de ofrecerlo todo a lo divino, porque ya sé de dónde viene todo y ya sé lo que es la temporalidad. Ya sé que todo aparece y desaparece, no me debo dejar engañar; y si me engaño, una y otra vez he de volver, volver a ello. Estar siempre listo para ir otra vez allí, a ese lugar que hemos descubierto en momentos de intuición, al camino descubierto al investigar la verdad; volver una y otra vez, miles y millones de veces, cada vez que me doy cuenta de que me he distraído. El darse cuenta de que estamos distraídos es un buen síntoma, no es un mal síntoma. Lo malo es no darse cuenta y seguir dormido.

Nada es para mí. No es inteligente mirar para algo, mirar para mí. Lo inteligente es sólo mirar. Observar sin motivo. Mirar con la inocente alegría del descubrimiento verdadero. Si empezáramos a hacerlo así ¿qué sucedería? Sólo al vivirlo lo sabremos. Es inesperado, nuevo en cada instante, puro, único. No puedo predecir el descubrimiento de lo que es. ¿Qué va a buscar el que ve con ojos nuevos? ¿Dónde desearía mirar? Si está en la luz, dándose cuenta del movimiento del vivir, en el cual los objetos van apareciendo y desapareciendo, ¿Qué buscará? Si ve que cada situación deja paso a otra diferente ¿a qué puede apegarse sin nada permanece? El darnos cuenta, el mirar desde la verdad nos libera.

Hay una manera equivocada de ver lo que es, y estoy pasando a una visión verdadera. ¿Qué efectos se producen? Lo que es, es siempre, el ser humano es la plenitud de la conciencia si no está identificado con sus representaciones. El ver lo que es construye. No sólo proyecta sino que realiza. Es arquitecto y constructor a la vez. Ver es ser, ver en totalidad es ser totalidad. Si veo la verdad íntegramente la soy, si la veo parcialmente no la soy, la pienso. Tal como la vivimos parece diferente. Creemos que para abarcar más cosas tenemos que dispersar la conciencia en muchas direcciones, tenemos que pasar distintas experiencias para aprender a vivir. ¿Y aprendemos realmente así? Es algo así como lanzar mi conciencia, con miles de brazos para coger miles de objetos. De esa manera la identidad profunda se pierde, se desparrama. Nos alienamos en esta pérdida de conciencia, salimos fuera de nosotros mismos a lo otro.

La belleza es la expansión de la lucidez. Sólo contemplar nos llena de agradecimiento y colma nuestras esperanzas. Hay una gran belleza en el vivir despierto. El proceso misterioso del despertar, incomprensible para ese círculo cerrado del pensar, es lo más hermoso que pueda anhelar. Y si algo tiene de bello la existencia humana, es porque participa de ese despertar luminoso. Cuando se intuye esa presencia de la belleza, se la ama. De no ser así, se caería en lo acostumbrado, en lo rutinario, en lo conocido. Para bucear en lo desconocido, es necesario sentir ese amor por la belleza del ser, ese amor por lo sagrado desconocido. Es La aventura del amor. Tiene que estar encendida esa «llama de amor viva», como la llamaba Juan de la Cruz, para que nos aventuremos en esta indagación.

Es correcto e inteligente distinguir lo que está bien de lo que está mal. Tenemos que ver lo adecuado en cada situación. Pero sólo se adecúa puntualmente. Por eso, guardar la fórmula de lo que está bien y de lo que está mal y aplicarla a los hechos nuevos, es una manera equivocada de actuar. No hay bien ni mal absolutos. No se pueden aplicar normas a la vida. La vida en sí misma es inteligencia, no es algo amorfo y pasivo que requiera la aplicación de una forma inteligente desde fuera. Es ya inteligente. No hay que aplicarle normas éticas. Lo que se necesita es que la inteligencia del ser humano discierna en cada instante lo que es adecuado. Cuando eres consciente de la verdad, espontáneamente haces lo adecuado. Y es tu propio bien y el bien de todos. Si sales de la visión egocéntrica, de esa cárcel que hemos construido inadvertidamente, de la cárcel del yo, espontáneamente actuarás de manera adecuada.

Todas las experiencias, las que hemos vivido y queremos repetir, las que anhelamos y aún no las hemos vivido pero nos gustaría vivir, las que pensamos con nuestra fantasía que otros viven y nosotros no, todas están en la profundidad de la conciencia como una síntesis, como un potencial total. Si vamos directamente a ese potencial, a ese origen que puede compararse con un manantial, allí nos encontramos lo que anhelábamos. Ya no estaremos atrapados en la búsqueda de experiencias, ni por la necesidad de la repetición de las pasadas o imaginadas. Las experiencias son maneras de dibujar lo sagrado, lo total, y puede dibujarse de muchas maneras. Viviremos la manera adecuada en cada momento, contentos de expresar aquel silencio profundo y total del modo particular que la inteligencia de la vida presente,

 A veces estoy tan dormido que sólo noto la expansión de conciencia a niveles primarios, en lo biológico. En aquello ya formado por la evolución de la humanidad, se ensancha mi percepción sensorial. Pero me cuesta integrar los niveles superiores, ampliar los límites en los sentimientos, en la visión. Hay una toma de conciencia a nivel físico, pero el ser humano necesita más y no le basta la plenitud neurofisiológica, añora la afectiva y la mental. Y aún así, nota el vacío de la presentida plenitud total. Lo que posibilita un mayor aprendizaje, es bueno en mi camino de descubrir la verdad. Tenemos por tanto la responsabilidad de ser conscientes en cada momento de lo que es bueno o malo. Y bueno o malo será lo que nos abra un camino o lo que nos encierre por un tiempo con muros de ilusiones. No dependamos de interpretaciones antiguas ni modernas, de tradiciones orientales ni occidentales. No dependamos de nada. Aprendamos, momento a momento, en la inteligencia de la vida.

No es posible que desde lo condicionado se vaya a lo incondicionado. No es posible que desde lo falso se vaya a lo verdadero. Y todas las técnicas implican eso: estoy en el ilusorio, en lo externo condicionado, estoy en lo falso, pero haciendo esto, poco a poco, iré llegando a lo incondicionado. Eso creo. Podemos ver que no, que esto no es posible. De la inconsciencia no se va a la conciencia, de la oscuridad a la luz. Sin embargo las tinieblas no son nada, son falta de luz. Es la luz la que viene y deshace las tinieblas. Es la verdad la que irrumpe en un momento dado como una gracia y deshace lo falso. No es que lo falso sea un trampolín para, con mucho esfuerzo, con ciertas técnicas, llegar a lograrlo. Sin embargo nos creemos que es así. Pero hay una salvación en esto: no soy lo inconsciente, lo falso y, como todo es Conciencia, con sólo tomar conciencia de lo que Soy, la Verdad irrumpe ahí y deshace aquello que no era.

Una vida inauténtica, plagada de contradicciones, incluso lógicas está aquejada, y eso es lo más grave, de falta de la plenitud de Ser. La vida de los seres humanos depende de teorías, de formas que van pasando. ¿A qué vida me refiero cuando aludo a «mi vida» ? A lo mejor he vivido muchas existencias. ¿Considero que lo que aparece en este momento es mi vida? ¿Es esa la verdadera Vida? La Vida no es mi vida. La Vida mueve todos estos instrumentos psicofísicos o entidades aparentes en el tiempo. La Vida no está en la temporalidad: es el impulso y la fuerza que mueve esta manifestación, y está movida a su vez por la Inteligencia divina, Espíritu Santo en nuestra tradición, o Shiva en la tradición de la India.

Contemplar es un punto medio entre mirar y amar. No es explicable. Es un estado lúcido de la mente en el que surge una quietud que permite que la persona tome conciencia más y más de que es ilimitada. Y así se va fundiendo lo que parecía una conciencia individual con la conciencia total. Por eso se ha hablado en las tradiciones religiosas de la unión con la divinidad. La contemplación desemboca en la unión. Meditar es esto. Es otra palabra empleada por otra tradición, pero el hecho al que se refiere es el mismo. Meditar es contemplar. Se pueden emplear distintos métodos, distintas técnicas, pero eso no es lo importante. Es indiferente si alguien contempla por simple amor, sin conocer ninguna técnica ¿Para qué quiere saberla si sabe amar? Es la actitud, es la colocación de la mente, es la sinceridad de ese corazón lo que produce la verdadera contemplación, no es la eficacia del método.

Es algo desacostumbrado el estar enamorado, y aún lo es más estar enamorado de la Vida; pero enamorarse de la Vida puede ser algo constante, en cualquier ocasión y a toda edad, algo que renueva y reverdece cada acción, cada gesto de la existencia cotidiana. No importa lo que se esté haciendo, no importa a dónde uno se dirija. Siempre puedo estar enamorado de la Vida y vivir la dicha de esa unidad feliz. Es posible vivir así. Si la verdad intuida no ha tenido suficiente fuerza para movilizar mi vida, será porque no la he valorado lo suficiente como para que una contemplación enamorada surja espontánea. Si siento un cierto enamoramiento por la Vida y luego desaparece sin dejar rastro ¿dónde se escondió ese anticipo de amor? Tendré que volver con paciencia a mirar donde se produjo la distracción y el descuido, dónde se perdió la atención. Se había encendido la llama de la inspiración y he dejado que una ráfaga del viento de la inconsciencia la apagara.

¿No es fácil ver que lo que es no tiene medida, que no hay frontera que delimite la verdad, ni moldes donde encerrar la belleza? La vida está creándose en cada instante, ¿cómo podríamos medirla? La intuición creadora, el primer atisbo de la visión verdadera, no puede establecerse sistemáticamente. ¿Cómo podría hacerse si la vida está constantemente naciendo y muriendo.Nacer y morir es lo propio de la vida manifestada. Realmente la vida ni nace ni muere, es. Pero la creatividad es la irrupción de lo eterno en lo temporal. Lo que es atemporal aparece en lo temporal como un incesante nacer y morir. Cualquier intento de encasillar algo en un orden de pensamiento, cae en el pasado. Lo que estaba vivo en el presente muere al entrar en el pasado, porque entonces se maneja lo conocido, lo único que se puede organizar. No se puede manipular lo desconocido.

Cuando la vida es mi única maestra ya no me dejo llevar por normas del pasado. Y las normas siempre son pasadas porque el presente se inventa a cada instante. No hay por eso pautas de conducta mejores que otras, ni más morales. Ninguna es buena porque todas me sacan de mí mismo. Encontraré la vía directa hacia allí, contemplando la verdad que la vida me muestre. Y, al contemplarla, lo que considero mi vida irá cambiando inteligente y creativamente. Viviendo despierto me doy cuenta del proceso de mi mente al pensar, al hablar, al actuar. Veo así lo que estoy pidiendo a la vida que me enseñe. La vida es creación constante, nueva, limpia de la memoria del pasado, recién nacida en cada respiración. Por eso, hacer las cosas como siempre se han hecho, como estoy acostumbrado, es ir cavando una tumba para enterrar mis anhelos de creatividad y de plenitud. Permitiré, por una mirada clara, que todo aparezca y desaparezca en la temporalidad, confiado en la vida incontenible e inesperada.

Por una oración sincera se puede salir del sueño repetitivo; la oración no es para cuando me encuentre mal, es permanente.

Cuando noto que por esa oración sincera, en un momento dado, he tocado mi verdadera naturaleza, siento ese estado de plenitud; entonces ya sé que ése es el camino.

Que nada me distraiga de eso y lo demás vendrá por añadidura, como se nos dijo. En la oración permanente brota la gracia, como sucedió con San Isidro al que los ángeles le cuidaban el campo mientras él hacía oración.

Si me preguntáis por mi experiencia, os diré que la gracia sí viene por añadidura. No importa lo que diga el pensamiento, sólo importa Aquello, «sólo importa la Presencia de Dios».

Lo divino no está separado de nada, porque todas las cosas que puedo ver, escuchar, tocar, desear, si algo tienen de reales es por Aquella Realidad. Por eso se ha dicho siempre que Dios está en todas las cosas, porque lo real de un sentimiento, lo real de una idea, de una sensación, lo real de una persona, de una situación, de un hecho, es lo que tiene de divino y lo otro es la apariencia, una simple relación entre ideas y sensaciones.

Las entidades las creamos nosotros con las sensaciones sensoriales y las formas mentales. Nuestra mente las va creando y dando realidad.

Así aparecen y desaparecen en la Conciencia. ¿Dónde está Aquella Realidad que permite que todo aquello aparezca? La que crea esos universos, esas galaxias, esos planetas; la que crea esos espacios, la belleza de las montañas, la belleza del mar. ¿Dónde está la Realidad que dibuja tantas realidades en lo temporal?

«Contemplar es traspasar los límites que imponen los sentidos y el pensamiento, para quedarse en presencia de lo que está detrás. No es una posición extraña a nuestra mente.

Lo que hemos hecho en momentos privilegiados de nuestro vivir: mirar más allá de lo que vemos o lo que pensamos ¿qué es sino contemplar? En alguna ocasión nos parecía que se deshacía el tiempo en un misterioso instante nuevo, y estábamos a punto de adentrarnos en lo eterno. Era tan sencillo que no se podía archivar en la memoria, pero al vivirlo fue natural. El contemplar no es una rara actividad a la que se dedicaron personas excepcionales, los místicos.

Por el contrario, no hay nada más natural. Llamaron místicos a los más naturales entre los seres humanos. Vivían más desde su naturaleza que los demás que, atascados, dando vueltas y vueltas en el círculo cerrado de una mente mecánica, se debaten en el conflicto de añorar otra vida distinta. ¿No es eso complicado?

Hemos de desengañarnos, si somos inteligentes, e ir a la causa de nuestras vivencias de conciencia limitada, de frustración psicológica y de vacío interior, porque sólo la verdad puede hacer permanente la belleza a través de las cosas cambiantes.

La misión de un amante de la sabiduría es descubrir la realidad. Y no debe entretenerse en buscar consuelos para llenar los vacíos que creó el error. Esto es así en el nivel de conciencia relativo en que nos encontramos; y a todos nosotros, porque somos todos, en un grado u otro, amantes de la sabiduría, nos incumbe este asunto.

Si es cierto que el ser humano tiene unos anhelos de felicidad que, al no ser colmados, buscan consuelos, también es verdad que cuando madura, necesita una verdad absoluta. Independientemente de sus sentimientos infantiles, ama la verdad y no quiere ser engañado.

La conciencia, desde el punto de vista de la ilusión dual, puede ser cósmica e individual. Y cada uno de estos aspectos tiene tres niveles: el causal, el sutil y el denso, que se presentan igual en el macrocosmos o universo conocido y en el microcosmos que es el ser humano individual (jiva). «Como arriba, es abajo, como abajo es arriba».

Las separaciones entre niveles se perciben por la distinta densidad. El ámbito físico es el más denso; el causal es el más puro, el más cercano reflejo de la conciencia, mientras el sutil es el intermedio. Los anhelos de belleza, bondad, amor y todos los valores eternos en un ser humano revelan, junto con las verdades evidentes intuidas y contempladas, el nivel causal.

Para la mayoría de los seres humanos, inmersos en la identificación con lo físico, lo que llega del nivel causal se vive como simples ideales y no como realidades; y las verdades, al escucharlas o leerlas, se degradan como pensamientos.

 «Por un tiempo, días, años o vidas parece que sólo busco la felicidad. Pero en un momento dado la demanda de la luz se hace patente. Cuando hay suficiente madurez en la persona, aparece esa demanda. Entonces, y no anres, se produce la libertad. Porque el amor no es amor todavía sin la luz.

El amor añora la unidad, intuye, siente la unidad, pero todavía no hay libertad porque se mantiene la separación entre el que ama, lo amado y el amor. Sólo podemos estar seguros del amor cuando la luz penetra, deshaciendo la dualidad creada en su ausencia. El amor deja de ser algo anhelado, deseado, es verdadero amor en la unidad de conciencia.

La diferencia consiste en que podemos vivir como amor dos cosas: una, la verdadera atracción que crea la unidad y otra el anhelo de esa atracción. Nadie se conformará eternamente con el simple calor.

Llegaremos a la iluminación. Realmente vivimos desde ella sin saberlo».

Lo que va apareciendo sigue un curso inteligente de causas y efectos. Pero yo soy libre, soy la Libertad misma y estoy disponible para pasar por todos los eventos que la Inteligencia haya marcado. Así mi vida se hace muy sencilla. Mi alegría consiste en vivir en el equilibrio de mi estado natural.

Esta alegría no es la alegría que se opone a la tristeza. Es una alegría nueva, recién estrenada, pura. Mi verdadera esencia es liviana, sublime en su transparencia, es libre; vuela.

Cuando descubro lo Real, cuando me encuentro con lo que soy, todo está bien. Todos estamos bien, aunque no lo sepamos.

¡Que todos los seres humanos lo descubran! ¡Que yo descubra ahora mismo la plenitud de Ser!

Nos relacionamos con los demás desde el lugar que hemos descubierto en nuestra conciencia. Si no hemos hecho ningún descubrimiento y estamos en el pensamiento, nos relacionamos desde el pensamiento; es un intercambio de pensamientos con el correspondiente cortejo de emociones.

O bien tenemos envidia de una persona, o bien la queremos manipular según nuestra ambición, o bien queremos hacerla un objeto para nuestras satisfacciones sensoriales.

Se disimula a menudo la intención última pero es patente. Se ve que una persona me es simpática porque sirve para mis intereses. Y me agrada porque me va a proporcionar placer o porque podría hacer un negocio favorable con ella. Y me resultará desagradable si no responde a mis intereses. Así son las relaciones cuando estamos en el pensamiento.

La solución es mirar y mirar. Cuando me doy cuenta de esa mirada que es creativa porque viene de la verdad, puede brotar una relación entre los seres humanos más auténtica.

«La integración interior es inseparable del estado contemplativo de la mente, donde la verdad brilla no como una cosa, no como una idea, sino como una luz que ilumina la acción libre y creativa. La unidad entre ser y actuar es algo increíble antes de ser vivenciado. Vivir desde la serena lucidez de nuestra verdadera naturaleza, allende el pensar, hace de nuestra vida una aventura espontánea y única, expresión inteligente de nuestro verdadero ser.

Inmersos en la ilusión del espacio y el tiempo, creamos el «llegar a ser algo», la fuerza que mueve una actuación inconsciente. Ahí, el cambio es constante mientras la apariencia de continuidad nos induce a esperar que las cosas cambiantes, todas las situaciones, permanezcan.

Imposible es evadir la contradicción y el conflicto dentro del proceso de devenir. Imposible es allí trascender el vaivén de los opuestos: lo placentero y lo doloroso, lo bueno y lo malo, en síntesis, la vida y la muerte».

 El llamado «dominio de sí mismo» es una colocación equilibrada de la mente que no deja a la persona caer en los hábitos adquiridos, o las experiencias placenteras del pasado, sino que se mantiene en quietud, percibiendo la verdad o falsedad de la situación.

El camino consiste en ir eliminando los obstáculos, que no son sino errores de visión a causa de los cuales se toma lo imaginario por real, lo relativo por absoluto. Comprobamos, por tanto que, en todas las características mentales necesarias en el camino hacia la verdad, se encuentra la presencia de la sabiduría. Sin ella todo intento de perfección humana es forzado e ilusorio, como si se tratara de una representación teatral.

Además los esfuerzos de voluntad nunca desembocan en sabiduría, sino que por ellos mismos sólo fortalecen la identificación con un yo imaginado. La fuerza de la verdad habita en la mente pura, y sólo ésta mantiene el equilibrio necesario para contemplar la verdad.

Por el pensamiento separamos las formas y las clasificamos, las colocamos en distintos lugares y lo mismo hacemos con las personas, que no son sino formas desde el momento en que las percibimos como algo separado.

Una persona aislada, no es sino una forma de Aquello que es sin forma, de lo ilimitado. Lo que verdaderamente soy es lo sin apariencia. El que surja una forma es accidental. Sólo se manifiesta, no es.

El que una flor tenga forma es accidental, el que las montañas la tengan, mi cuerpo la tenga, que todo posea forma, es un accidente, no es esencial. Es algo que aparece y desaparece en la temporalidad.

Y así como el aparecer puede crear un sinfín de ilusiones, porque lo confundimos con lo real, el desaparecer puede crear libertad.

Podemos ser libres para amar, pero la libertad se conquista en nuestro interior. En libertad sentiremos esa serena indiferencia por los acontecimientos de la existencia que nos permitirá vivir amando. Podemos hallar la paz que está más allá de las relaciones entre personas y más allá de lo sucedido en la temporalidad.

El amor siempre está ahí, y sobre ese trasfondo de paz y belleza en el que habita, construimos realidades imaginarias con el pensamiento.

Si se pierden esas irrealidades por la visión verdadera, quedará sólo la expansión del amor. Por eso se trata de una gracia, de un don innato, siempre nuevo y siempre inesperado. Algo que no es posible atrapar, ni esconder, algo que escapa a toda astucia y prudencia para retenerlo. Porque no pueden coexistir el pensamiento inventado y la realidad del amor.

En el pensamiento soñamos y buscamos amor, pero el amor no está en ese sueño. Permanecerá siempre fuera de lo soñado porque el amor es lo real.

«Cuando quieres despertar, es porque te está empujando ya desde dentro la luz que quiere abrirse camino. Si tienes la voluntad de insistir e insistir, cuando menos lo esperes aparecerá un estado lúcido y verás.

No hagas caso al pensamiento y estarás allí sin proponértelo. La puerta se abrirá si llamas a ella. Pero para poder llamar debes quitar la fuerza que has dado a esos errores que ahora te condicionan. Si sigues dándoles realidad no se abrirá. Tendrás fuerza para llamar y penetrar en lo real cuando la saques de donde la habías puesto equivocadamente. ¿Qué valoras? ¿a qué das realidad? ¿qué te interesa? Emplea tu energía en abrirte a la inteligencia«.

«Silenciemos la costumbre mecánica de pensar, que tomamos por normal. Es preciso observarla para que veamos cómo llegan pensamientos sin sentido a la mente. Lo que creemos que es un pensamiento racional ya ni siquiera es racional, por el hábito de estar identificado en esa zona.

Para que el pensamiento vuelva a ser un instrumento racional válido, tiene que volver a recuperar su oficio verdadero, y para eso el ser humano tiene que despertar en una zona un poco más profunda, donde se verá el pensamiento como instrumento.

La serenidad que va produciendo este proceso permite una mayor calidad en la observación. Si decimos «hay que observar», quizá nadie sabe cómo se observa ni qué es observar. Al conocer sólo el pensar creemos que observar es pensar. Para que podamos observar, tenemos que hacer silencio.

Aprendamos a estar en silencio, incluso en silencio físico. Eso puede facilitar muchísimo este silenciar las zonas superficiales».

«El amor sólo se vive en libertad. Para saber lo que es el amor hemos de estar libres. No sólo libres de coacciones externas, ni siquiera libres del otro; no es ésa la libertad que impide el amor.

Para descubrir el amor hemos de estar libres de nosotros mismos. Solemos creer que nuestra vida es la vida real o que nos enfrentamos con la vida real cada día.

Pero ¿es así? ¿Tenemos la suficiente libertad como para vivir en realidad o por el contrario nos escondemos entre las fantasías que crea el miedo? Tendríamos que mirar con cuidado esa realidad aparente ante la que nos encontramos.

Lo que nos impide amar y lo que no permite que seamos amados, ¿de dónde surge? Surge de la interpretación que hacemos de las percepciones con las que construimos un mundo que confundimos con la realidad.

Pero vivir de verdad, es vivir directamente lo que es. Esa vida verdadera es expresión del amor; no la vida que parte de las imágenes de lo real».

«Nacer no es un principio ni morir un final. Son pasos en un proceso temporal. La conciencia no nace ni muere. Algo aparece con unas características y luego desaparece con esas particularidades.

Pero el movimiento de la conciencia continúa y es un aprender incesante. Aunque no veamos una expresión determinada de la conciencia, eso no quiere decir que sea el fin. Son ciclos en el movimiento de la vida consciente. Nos dormimos por la noche y dejamos todo como si muriéramos.Y a la mañana siguiente lo recogemos y seguimos aprendiendo. Podríamos decir al terminar el día, que vamos a dormir y que aún no hemos aprendido suficiente.

Pero eso no nos angustia, confiamos en despertar por la mañana. Lo importante es que nos demos cuenta de que el morir solo es el fin de unas apariencias determinadas. Si despertamos, estaremos despiertos cualesquiera que sean las situaciones por las que pasemos. Y si ahora estamos dormidos, dormidos seguiremos al morir».

«Para ascender a la felicidad real he de estar ligero de peso. Se necesita esa libertad que me mantiene liviano, flexible, sutil.

Sin libertad, la búsqueda de la felicidad es un movimiento descendente. Se produce una caída en estados de sueño y desintegración por falta de luz. Y al comenzar a sentir la libertad se asciende como en un vuelo, el vuelo de los sentimientos elevados de un corazón puro. Y en las alturas, en la pureza de la cumbre, la felicidad es el estado natural.

Si interrumpo el movimiento de la ascesis, al detenerme en algo concreto, en una situación personal que creo inamovible, en una sensación que busco repetir, en un lugar, en unas ideas o doctrinas, en cualquier cosa, freno la evolución holística de la realidad total y desciendo aplastado por el peso de lo erróneo.

Para remontarme una vez más, he de ser consciente del error. Si no me limito a lo particular, volaré hacia lo esencial».

No se hace silencio al alejarse por unos momentos de las cosas que forman mi actividad diaria. El silencio brota en la lucidez del darme cuenta de lo falso de una situación. Y me doy cuenta desde la visión de lo verdadero. A menudo se encuentra el deseo de profundizar en el silencio sin la investigación y la comprensión previa.

Se buscan los efectos de la mente silenciosa, la paz, la serena aceptación de los hechos, la alegría interior incondicionada, sin ver que serán efímeros o quizás imposibles sin haber recorrido el camino de la comprensión de las cosas que suceden, sin aprender a vivir desde la verdad.

No hay verdadera contemplación sin comprender. Cuando intento quedarme en silencio con todas mis ilusiones, con todos mis miedos por creerme una entidad separada, una persona indefensa en un mundo caótico donde puedo hallar la felicidad o la desgracia, ¿qué silencio encontraré?

«Estamos interesados en ver la vida de modo nuevo, pero si nuestra mirada es la misma, las transformaciones que hacemos en nuestro vivir, lo que objetivamos, serán siempre cambios a partir de lo viejo. Para que aparezca algo nuevo, la mirada tiene que ser nueva. Hemos de centrar nuestra investigación en la manera de ver, porque de ella depende nuestro modo de ser. No se trata de algo estático.

El ser es único, pero en su movimiento todos los seres aparecen bajo la mirada. Y el nivel de visión, de comprensión, la fuerza de la conciencia, crea la fuerza de ser.

Llamamos reales a las representaciones que el mirar evoca, pero lo real es la conciencia misma que ve con la mirada creadora. Por eso lo más real en nosotros, lo que nos caracteriza, es nuestra manera de ver«.